sábado, 29 de enero de 2011

Los supervivientes de los Andes 1972



Probablemente todos conozcan la historia de los 16 supervivientes del trágico accidente de avión en los Andes, en octubre de 1972, por la película Viven (1993). Un equipo de jóvenes jugadores de rugby uruguayos (45 personas en total, con algunos amigos que no pertenecían al equipo) que viaja hacia Chile para disputar un partido ve cómo su avión es troceado por la sierra de los picos andinos y después es acogido entre las mortíferos brazos nevados de sus inóspitos valles. Como todo relato más o menos hollywoodiense, la experiencia terrible de la muerte de decenas de compañeros y supervivencia al límite (canibalismo incluido), viene articulada por esos elementos de las producción del espectáculo que recortan aristas, desechan matices y nivelan profundidades. Lo edificante se acaba colando entre cada plano para satisfacción moral del espectador, que acaba de consumir una historia más protagonizada por rostros más o menos conocidos. La experiencia filtrada por códigos que en cierta forma la desvirtúan.

Tampoco digo que la película sea mala del todo (aunque prefiero otro tipo de cine, el de Bresson, Bergman o Tarkovski), pero creo que tiene más interés, a la hora de enfrentarse con el meollo de la tragedia andina, el documental Stranded! The Andes Plane Crash Survivors (2008) de Gonzalo Arijón. En él, algunos de los supervivientes (entre ellos los 'liberadores' Roberto Canessa y Nando Parrado, que consiguieron atravesar los Andes a pie, tras 60 días de penurias tremendas, para alcanzar tierras habitadas en Chile) regresan a aquel abandonado rincón del mundo para rememorar lo vivido y padecido. Al documental le sobra algo de esos elementos televisivos que imponen reconstrucciones fantasmales (también ciertos efectos edificantes), pero en general resulta perturbador ver y escuchar cómo estos hombres que extrañamente añoran los 72 días de pesadilla que vivieron rodeados de mortífera nieve da cuenta de sus experiencias.

Y es ahí donde entra el rugby, aunque apenas se cite en el documental. Se ha dicho en ocasiones, con tono jocoso, que si en lugar de un equipo de rugby los Old Christians hubieran sido un club de fútbol, no habría sobrevivido ni uno solo de sus expedicionarios (¿Alguien se imagina a Guti o a Guardiola superando estos padecimientos?), y algo de verdad puede haber en ello, porque sólo gracias a una gran cohesión grupal, a una capacidad de superación y de sufrimiento absolutas, y a un trabajado sentido de la jerarquía, han podido llegar estos 16 hombres vivos hasta ahora (29 sobrevivieron al accidente). Tras el accidente, y ya hundidos en el fondo blanco de un valle olvidado, mecidos por un viento encolerizado, coge el mando del grupo el que era capitán del equipo, Marcelo Pérez, y a su alrededor se aglutina ordenadamente todo instinto de supervivencia. Tras su muerte en un alud que se lleva por delante a otros 7 miembros del grupo (otros 6 habían fallecido a causa de las heridas), la jerarquía se reorganiza alrededor de Canessa (estudiante de medicina de 19 años) y Parrado (23), y son estos los que increíblemente sacan de todos, y básicamente de sí mismos, unas fuerzas insólitas que les permiten escapar al infierno helado. En realidad, no pensaban que pudieran sobrevivir, pero esa casi certeza no dejó que se rindieran: lucharon hasta el final de sus fuerzas, se vaciaron... e increíblemente obtuvieron recompensa. Probablemente el rugby, con sus principios y valores, fue un elemento fundamental para que estos 16 hombres pudieran seguir vivos.

(Dejo aquí el resto de partes del documental: segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta, séptima, octava, novena, décima y undécima).

2 comentarios:

  1. Coincidí en un almuerzo con Ramón Sabella, uno de aquellos y le pregunté que de qué jugaba... la respuesta me sorprendió... yo no era del equipo, fuí el único superviviente que no jugaba al rugby... yo iba con un amigo que si jugaba...

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  2. Bienvenido al blog, Julio.

    Sí, 'Moncho' Sabella, cre que lo cuenta en el documental (o tal vez lo leí en alguna otra parte), que era el más flacucho y débil de todos precisamente porque no era del equipo. Ahora bien: para mí es el que mejor habla de todos. Tiene una forma magnética de contar su experiencia, con una voz profunda que hipnotiza. Llegas a lamentar que aparezca poco en el documental.

    Tras sobrevivir, se convirtió en un empresario de éxit en Uruguay.

    saludos

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